De los paisajes verdes de trigos recién espigados a la blancura marfileña de la harina va un largo camino que han sabido recorrer las empresas harineras zamoranas. Una tradición tan arraigada en esta provincia productora de cereales que prácticamente cada río o arroyo impulsaba cientos de ruedas de molinos. “Donde no hay harina, todo es mohina” cantaba el refranero, pero aquí el trigo se hacía harina por obra de la hidráulica y la harina hacía luego todo lo demás… especialmente el pan que sustentaba, y aún sustenta, a todos sin excepción.